¿Alguna vez te ha pasado que has tenido un día larguísimo en la oficina y te marchas a casa pensando en que te mereces una cena copiosa por esa jornada laboral tan pesada?
¿O quizá tuviste una pequeña discusión con tu pareja que te ha hecho sentir triste y necesitas un gran bote de helado que compense la pena?
Eso es exactamente hambre emocional.
El hambre emocional se activa para compensar algún estado anímico y generalmente viene acompañada de antojos nada saludables.
Y una vez saciado el deseo puedes incluso no sentirte satisfecho y en el peor de los casos sentirte un poco enfermo.
Como imaginarás el hambre emocional es quizá la puerta a muchos trastornos alimenticios.
Muchas personas siguen un patrón de alimentación, por ejemplo, hay quienes comen 3 veces al día, mientras hay quienes ayunan y solo obtienen 2 comidas diarias.
Independientemente de si hay restricción calórica o no, su cuerpo, especialmente tu estómago, se acostumbra a las horas específicas en las que obtiene alimento.
Una buena forma de reconocerla es fijarte en las horas en la que aparece.
Luego de ello debes evaluar tu estado anímico, emociones fuertes como la ansiedad, la ira o la tristeza suelen despertar estos instintos por obtener glucosa.
Si estás agitado y sientes hambre quizás debas considerar si responder ante el estímulo es saludable o no, de este modo estarías evitando una peligrosa dependencia a los alimentos.
¡Pero lo más importante!
Presta atención a qué te apetece comer.
El hambre verdadera ciertamente puede despertarse ante cualquier antojo, pero generalmente lo hace ante alimentos complejos, alimentos que nutren realmente, mientras que el hambre emocional siempre exige comida rica en carbohidratos y grasas trans, como chocolates o frituras.